Los desafíos de la bioprospección de plantas medicinales en Uruguay
Nota en el Semanario "La Mañana". 24 de agosto de 2021.
JÉSSICA LOMÓNACO
La bioprospección es un tipo de investigación a través de la que es posible elaborar fármacos extrayendo principios activos de plantas. En Uruguay la actividad encuentra dificultades legislativas y económicas para culminar el objetivo, según dijo a La Mañana Manuel Minteguiaga, doctor en Química e investigador del Pedeciba.
El empleo de plantas medicinales a lo largo de la historia fue, con el tiempo, desarrollando de tal manera que, en la actualidad, alrededor del 39% de los principios activos de los fármacos existentes en el mercado provienen de plantas medicinales, ya sea de productos naturales en sí mismos o de sintéticos derivados de los primeros.
Teniendo en cuenta que las plantas son una fuente importantísima de fármacos es que surge la necesidad de hacer bioprospección, es decir, la búsqueda de actividad en las plantas, tanto en sentido farmacéutico como no.
La idea de la bioprospección es buscar moléculas líderes y conocer la química de las plantas, sus interacciones bióticas y abióticas. Cada planta tiene una química particular propia que, además, depende del ecosistema. Por eso no es lo mismo una planta de jardín que en su ecosistema natural.
Las plantas tienen compuestos que son constitutivos, es decir que los produce siempre; pero también tiene compuestos que se inducen por el ecosistema, por interacción biótica con insectos, polinizadores y otras plantas, pero además por interacciones abióticas. Por esto no es lo mismo cultivar que buscarla en su ambiente natural donde cumple su función biológica.
“Hay que tener en cuenta que las plantas no sintetizan los compuestos para nosotros, lo hacen para sus propios fines. A nosotros nos interesa estudiar las interacciones biológicas para tratar de usarla a nuestro favor”, dijo a La Mañana, Manuel Minteguiaga, doctor en Química e investigador del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba).
El investigador comentó que cada 10.000 moléculas que se estudian, solo una llega al mercado, y es un proceso que lleva unos 20 años y varias centenas de millones de dólares.
Aseguró que el ejemplo cumbre es el desarrollo de la artemisinina, que es un antimalárico. Se aisló de una planta llamada Artemisia annua que es nativa de China. Hay reportes de uso desde el 200 a.C., y muchos investigadores en China contribuyeron al aislamiento, la caracterización estructural y la evaluación biológica de sus compuestos para crear el fármaco. En el 2015, la investigadora Tu Youyou, ganó el premio Nóbel de Fisiología y Medicina por este hecho.
“Los fármacos sintetizados vienen de afuera”
En la búsqueda de plantas con compuestos activos se pueden tomar varios enfoques, el más efectivo y el que se ha adoptado en Uruguay es el etnofarmacológico, basado en el uso tradicional de las plantas que ya viene de generaciones. “Por ser un país muy chico, no tenemos desarrollada una industria farmacéutica; básicamente lo que se hacen son formulaciones, pero los fármacos sintetizados vienen de afuera”, aseguró Minteguiaga.
En nuestro país existe una comunidad de unas 50 personas que directa o indirectamente se dedican a estas investigaciones. Se buscan las plantas en la naturaleza, se extraen los compuestos, se estudian químicamente y se busca la actividad in vitro e in vivo.
El entrevistado ha trabajado con modelos de actividad antiofídica, es decir, contra el veneno de serpientes. Otros trabajan con modelos de actividad antimicrobiana, antioxidante, antiviral, entre otros. Primero se estudia la actividad in vitro, en modelos que se tienen optimizados en el laboratorio y donde se buscan las plantas más activas (screening).
Después de eso, las más prometedoras pasan a ensayos in vivo en modelos animales, proceso en el que muchas veces se atascan, ya que después de esos estudios alguien tiene que tomar la posta de seguir adelante en la fase clínica, y generalmente debe ser una empresa farmacéutica por el alto nivel de inversión requerido.
Formación de investigadores
En general, quienes se vinculan a este ramo han partido del mismo lugar: la Cátedra de Farmacognosia y Productos Naturales de la Facultad de Química. La farmacognosia es el conocimiento de los fármacos y es normal conocerlos por la caja y que sean sintéticos, pero durante mucho tiempo fueron vegetales, entonces la “droga vegetal” fue lo que impulsó este desarrollo.
Por esta Cátedra han pasado muchas personas y hay quienes trabajan en este tema en otras instituciones por fuera de la Universidad de la República. Desde 2015 existe un grupo de investigación en Tacuarembó (Cenur Noreste, Udelar) compuesto por profesionales surgidos de la Cátedra. “No somos muchas personas y no todos se dedican, luego de sus posgrados, a la investigación, porque además el tema presupuestal es una limitante”, explicó Minteguiaga.
Según el investigador, en Uruguay existe falta de legislación y de reconocimiento de la rama vinculada a plantas medicinales. “Está por fuera del ambiente médico tradicional. Quienes recetan plantas medicinales se asocian a la medicina alternativa y no suelen estar asentados en una clínica”, opinó. A su vez no se cuenta con una farmacopea uruguaya –documento donde están todos los métodos farmacéuticos y las drogas vegetales y sintéticas que se utilizan en terapia–.
El país posee un decreto del MSP del año 1957 (N° 445) que todavía nos rige. En esa época ya se hablaba de 250 especies autorizadas para venderse en herboristería, pero la limitante es que en aquel documento las plantas se nombraron con su nombre común, por ejemplo, carqueja; pero en realidad hay 35 especies conocidas como carqueja. Entonces el decreto está desactualizado.
Hubo una actualización en 2016 con un decreto del Ministerio de Salud Pública, (N° 403), que da un marco legal para la venta de plantas medicinales, especialidades vegetales terápicos. El decreto incluye una lista de 234 plantas que no se pueden usar para fines medicinales porque son tóxicas. Aunque algunas se siguen utilizando, como el paico, está prohibida para uso medicinal por ser tóxica. Otra es el palán palán, que crece en pretiles y está prohibido por lo mismo.
“Hoy tenemos esa ambigüedad: una lista de permitidos sin nombre científico, y una lista de prohibidos, que muchos se utilizan en la medicina popular, pero no se deberían vender al público”, resumió Minteguiaga.
Estudios de la carqueja y la marcela
De la leyenda popular surge que la carqueja es “el viagra criollo” y la fuente son las personas que repiten la historia. Pero en realidad, a través de estudios en condiciones in vitro, se ha visto que la carqueja es un vasodilatador, permitiendo un mayor flujo de sangre. Esto da cuenta de la vinculación con el uso que se le atribuye.
Otro ejemplo es la marcela, de la que una empresa nacional (Actenz) llegó a desarrollar un preparado fitofarmacéutico dermocosmético. El Instituto Clemente Estable comprobó que tenía poder antioxidante, regenerativo de neuronas y protector celular, y se llegó a una reformulación para aplicación en piel.
“Fue lo más cerca que llegamos a un preparado que se utilizaba de manera comercial proveniente de una planta medicinal nativa. Lo que sucede es que en Uruguay aplicamos mucho las plantas exóticas, como boldo, ginko biloba, menta o manzanilla, que se consumen por la tradición europea y, muchas veces, se controla con esa farmacopea”, explicó el investigador.
Existe un trabajo que se hizo en la Cátedra, por el profesor Álvaro Vázquez, que fue una prospección sistemática del bosque galería del Río Uruguay. Tomaban las plantas de la naturaleza y les hacían extractos para evaluar su potencial antimicrobiano y así ir seleccionando las más promisorias. Fue una de las experiencias más grandes de bioprospección en el país.
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